viernes, 29 de junio de 2012

SALA DE LECTURA

CAPÍTULO 6:

Eran treinta habitaciones las que tenían que visitar y le gustaba pararse con  sus acientes para examinarlos y hablar con ellos, a algunos les había cogido un cariño especial por el tiempo que llevaban allí. Cuando acabó la ronda de visitas, Enrique miró su reloj, eran casi las dos de la tarde, les pidió todos los informes de los pacientes a sus colaboradores.
Enrique se fue a su despacho que estaba en la décima planta, allí le entregó todos los informes que le habían dado a Carla Soto,  que era su secretaria, para que los metiera en el ordenador. Su despacho era bastante espacioso, tenía unas vistas muy bonitas hacia a la Casa de Campo. Además de la mesa y de las sillas de madera de pino, tenía una bicicleta estática, donde realizaba ejercicios todas las tardes. Las paredes estaban pintadas de blanco, tenían enmarcados los consabidos diplomas, certificados y menciones, había también dos óleos, pintados por su padre y un escudo de madera del Real Madrid.
Encima de la mesa tenía un ordenador personal, muchos papeles ordenados y tres fotografías, una era de sus padres, otra de su mujer y la otra de su hermana menor. Enrique se sentó en su sillón, miró su agenda tenía operación por la tarde y  una conferencia donde se iba hablar sobre los médicos de familia. Cogió el teléfono y marco el número de despacho  de su esposa, que era abogada en de uno de los mejores bufetes de Madrid.
-Con Mirta Suárez, por favor –dijo Enrique- dígale que soy su esposo.
Llevaba diez años trabajando en le bufete, era feliz, pero ahora tenía otra meta ser jueza de la Audiencia Nacional, para eso estudiaba constantemente.
Mirta tardó unos minutos en ponerse al teléfono.
-Perdona que te haya hecho esperar tanto Quique, pero es que tenía a un cliente en la otra línea. -¿Qué me querías?
-Nada importante, quería invitarte a cenar en ese restaurante italiano que tanto nos gusta a los dos.
-Vale, de acuerdo. ¿A que hora me vienes a buscar?
-Sobre las diez.
Se despidieron hasta la noche y Enrique se levantó de su sillón, cogió su bastón, salió del despacho y se dirigió al comedor del hospital, donde lo estaban esperado Mónica y Juan que aparte de ser miembro del equipo, era jefe de transplantes del hospital.

Enrique Sanmartín

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