LA NOTICIA

110 millones de minas antipersona, repartidas por 64 países, esperan a ser pisadas por sus víctimas. Se calcula que cada año unas 26000 personas resultan alcanzadas por alguno de estos artefactos. Si bien todas las armas y todos los aspectos de las guerras resultan aborrecibles; la utilización de las mencionadas minas antipersonas son de una especial crueldad, y esto es así por haber sido diseñadas, no tanto para matar al instante, sinó para dejar gravemente heridas a sus víctimas. Estas heridas consisten a menudo en la amputación de pies, piernas, brazos, amputaciones genitales y graves quemaduras internas. Los estrategas militares saben muy bien, que un adversario gravemente herido es más rentable que muerto, por las atenciones que los primeros necesitan. Además las minas pueden permanecer activas décadas después de finalizar los conflictos. Esto significa que hombres, mujeres y niños, resultan alcanzados por las mismas cuando recorren los caminos o carreteras, o cuando se encuentran trabajando en la tierra; provocando en las gentes graves efectos sicológicos, por el miedo a ser alcanzados.Hay que tener en cuenta que las minas se encuentran colocadas en países, pobres o muy pobres, que no cuentan con los medios ni el dinero para la desactivación de los artefactos, o para atender debidamente a los heridos. Por todo esto surgen en las dos últimas décadas, movimientos populares en contra de las mencionadas armas, que llevan a muchos países a comprometerse con el abandono de la fabricación de estas, y con la destrucción del material almacenado. De manera sorprendente nos encontramos con el caso de que algunos países que se tienen por democráticos, como pueden ser el caso de los, Estados Unidos, Finlandia o Israel, se niegan a dejar de fabricarlas, y supongo que venderlas. Resulta especialmente triste el caso de los norteamericanos, por ser el país que pretende liderar el avance hacía un mundo más justo, más democrático y más humano.

Antonio F.V.