En el límite del sistema solar.
Las sondas espaciales, Voyager 2 y Voyager 1, fueron lanzadas desde Cabo Cañaveral,
el 20 de agosto y 5 de septiembre de 1977 respectivamente.
Su primer objetivo fue visitar y fotografiar de
cerca los dos gigantes gaseosos (Júpiter y Saturno), con
sus respectivos sistemas de satélites; en el caso de la Voyager 2,
también observó de cerca a Urano y Neptuno.
Gracias a las imágenes enviadas por ambas sondas,
aumentaron de forma significativa los conocimientos científicos sobre los
mencionados planetas; sin embargo ambos artefactos están de actualidad (septiembre
de 2013), por estar saliendo del sistema solar (a pesar de ser lanzada 16 días
después la Voyager 1 va por delante), a una velocidad de 17 kilómetros por
segundo, unos 61.000 kilómetros por
hora, encontrándose en estos momentos a una distancia del sol de unos diecinueve
mil millones de kilómetros.
El sol al rotar lanza al espacio interplanetario
una gran cantidad de partículas cargadas eléctricamente, se trata de protones y
electrones, estas partículas alcanzan velocidades supersónicas, saliendo
despedidas en todas direcciones, es lo que se conoce como viento solar, dicho
viento es el responsable de la formación de la cola de los cometas. Nuestro
planeta posee un campo magnético, campo que desvía las partículas procedentes
del sol evitando que la inmensa mayoría de estas choquen o penetren en la
atmósfera terrestre, gracias a lo cual la vida en nuestro planeta es posible.
Pues bien, existe un lugar que se corresponde con
la zona que en estos momentos alcanza la Voyager 1, dicho lugar se conoce con
el nombre de heliopausa, en el mismo las mencionadas partículas se ven frenadas
por la radiación interestelar; esta zona es considerada como el límite de
influencia del viento solar, por lo tanto el límite del sistema solar, aunque
esto no es del todo cierto ya que la nube de Oort situada mucho más distante (a
8 billones de kilómetros, las Voyager tardarán en llegar a este punto unos
20.000 años) que el lugar al que nos estamos refiriendo aún recibe la
influencia gravitatoria del sol, siendo dicha nube el posible origen de cierto
número de cometas.
Las dos sondas fueron aceleradas por el tirón gravitatorio
de los dos gigantes gaseosos y probablemente seguirán desplazándose por el
espacio interestelar durante millones de años; por esta razón ambas sondas
llevan un disco de oro en el que se gravaron sonidos e imágenes de nuestro
planeta, así como mensajes en más de 50 idiomas, un discurso del entonces
secretario general de la ONU, y las instrucciones de cómo manejar dicho disco
en el caso de que algún día sean interceptadas por alguna civilización
tecnológica. Se piensa que se podrá mantener contacto con las sondas hasta el
año 2025, fecha en la que se prevé que los instrumentos de abordo dejen de
funcionar, ya que la energía que permite que esto suceda se agotará, dicha
energía es suministrada por una pila que saca su calor de la desintegración de
los isótopos de plutonio.
Por lo tanto nos encontramos ante el primer objeto
fabricado por el ser humano que alcanza los límites del sistema solar, aunque
estas distancias parezcan enormes, lo son
desde el punto de vista humano, no dejan de estar al lado de nuestra
casa si las comparamos con las distancias inimaginables que separan los objetos
de nuestra galaxia y no digamos ya del universo conocido.
Como ejemplo demostrativo de lo que acabamos de
decir, si las Voyager se dirigiesen a Alfa de Centauri, la estrella más próxima
a nuestro sol y situada a 4,3 años luz, o lo que es lo mismo a 37 billones de
kilómetros, tardarían en alcanzarla viajando como ya señalamos a una velocidad
de 61.000 kilómetros por hora, o lo que es lo mismo un millón y medio de kilómetros
por día, la friolera de 90.000 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario