lunes, 30 de septiembre de 2013

ARTÍCULO DEL MES

En el límite del sistema solar.

Las sondas espaciales, Voyager 2  y Voyager 1, fueron lanzadas desde Cabo Cañaveral, el 20 de agosto y 5 de septiembre de 1977 respectivamente.
Su primer objetivo fue visitar y fotografiar de cerca los dos gigantes gaseosos (Júpiter y Saturno),  con  sus respectivos sistemas de satélites; en el caso de la Voyager 2, también observó de cerca a Urano y Neptuno.

Gracias a las imágenes enviadas por ambas sondas, aumentaron de forma significativa los conocimientos científicos sobre los mencionados planetas; sin embargo ambos artefactos están de actualidad (septiembre de 2013), por estar saliendo del sistema solar (a pesar de ser lanzada 16 días después la Voyager 1 va por delante), a una velocidad de 17 kilómetros por segundo, unos 61.000  kilómetros por hora, encontrándose en estos momentos a una distancia del sol de unos diecinueve mil millones de kilómetros.

El sol al rotar lanza al espacio interplanetario una gran cantidad de partículas cargadas eléctricamente, se trata de protones y electrones, estas partículas alcanzan velocidades supersónicas, saliendo despedidas en todas direcciones, es lo que se conoce como viento solar, dicho viento es el responsable de la formación de la cola de los cometas. Nuestro planeta posee un campo magnético, campo que desvía las partículas procedentes del sol evitando que la inmensa mayoría de estas choquen o penetren en la atmósfera terrestre, gracias a lo cual la vida en nuestro planeta es posible.

Pues bien, existe un lugar que se corresponde con la zona que en estos momentos alcanza la Voyager 1, dicho lugar se conoce con el nombre de heliopausa, en el mismo las mencionadas partículas se ven frenadas por la radiación interestelar; esta zona es considerada como el límite de influencia del viento solar, por lo tanto el límite del sistema solar, aunque esto no es del todo cierto ya que la nube de Oort situada mucho más distante (a 8 billones de kilómetros, las Voyager tardarán en llegar a este punto unos 20.000 años) que el lugar al que nos estamos refiriendo aún recibe la influencia gravitatoria del sol, siendo dicha nube el posible origen de cierto número de cometas.

Las dos sondas fueron aceleradas por el tirón gravitatorio de los dos gigantes gaseosos y probablemente seguirán desplazándose por el espacio interestelar durante millones de años; por esta razón ambas sondas llevan un disco de oro en el que se gravaron sonidos e imágenes de nuestro planeta, así como mensajes en más de 50 idiomas, un discurso del entonces secretario general de la ONU, y las instrucciones de cómo manejar dicho disco en el caso de que algún día sean interceptadas por alguna civilización tecnológica. Se piensa que se podrá mantener contacto con las sondas hasta el año 2025, fecha en la que se prevé que los instrumentos de abordo dejen de funcionar, ya que la energía que permite que esto suceda se agotará, dicha energía es suministrada por una pila que saca su calor de la desintegración de los isótopos de plutonio.

Por lo tanto nos encontramos ante el primer objeto fabricado por el ser humano que alcanza los límites del sistema solar, aunque estas distancias parezcan enormes, lo son  desde el punto de vista humano, no dejan de estar al lado de nuestra casa si las comparamos con las distancias inimaginables que separan los objetos de nuestra galaxia y no digamos ya del universo conocido.

Como ejemplo demostrativo de lo que acabamos de decir, si las Voyager se dirigiesen a Alfa de Centauri, la estrella más próxima a nuestro sol y situada a 4,3 años luz, o lo que es lo mismo a 37 billones de kilómetros, tardarían en alcanzarla viajando como ya señalamos a una velocidad de 61.000 kilómetros por hora, o lo que es lo mismo un millón y medio de kilómetros por día, la friolera de 90.000 años.

Antonio Fernández 

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