Rescatan a un perro que
apareció atado y amordazado en una alcantarilla de Brión
Una familia amiense que paseaba por Rañalonga oyó sus gemidos.
María Blanco Crespo,
residente en Ames, es una amante de los animales, un ternura que ha aleccionado
a su familia. Por eso, en la tarde del pasado domingo algunos componentes
salieron a pasear con sus perros por la comarca brionesa de A Rañaloga. Y cuando gozaban de una tarde al aire libre,
los quejidos de una cría de perro, alarmaron a la familia, que luchó por salvarlo.
El delicado gimo del
animal salía de debajo de una gran piedra que cubría un sumidero. Y creyeron
que bajo el canto se escondía un canino que desorientado se cayó en el
interior. Lo del can es verdad. Sin embargo no había confusión probable, sino
una aplicación cruel y doloroso dejadez ya que el animal, de escasamente tres
kilos de peso de un copioso pelambre negro, aparecía amarrado a unos dos metros
de profundidad y con el hocico amordazado con cinta aislante roja para que no
gruñese.
La misma María avisó
al servicio de Emergencias de Brión que
mando a su personal para recoger al animal. La faena le tocó a Antonio Rey,
habituado a otros casos de maltrato animal, pero escasos como este.
Todo indica que fue
abandonado el mismo domingo. El cachorro, una vez rescatado de todas sus
ligaduras, fue acogido por Emergencias de Brión. Pero sus salvadores, que ya
tienen costumbre en reunir animales desatendidos y encontrarles amo, delataron lo
sucedido en las redes sociales logrando ya que dos personas se interesen por
adquirir el animal Y ante el duda de fuese enviado a una perrera, lo acogieron
de la centro de Emergencias y lo trasladaron al veterinario. Ahora, aseado,
desparasitado y saciado a mimos, espera un buen hogar.
Juan García
Un fotógrafo chileno
consigue inmortalizar al auténtico Don Corleone
Según nos cuenta el periódico ABC, en 1959, un fotógrafo chileno, logró fotografiar al mafioso Guiseppe Russo, tras ganarse la confianza de su familia. La prestigiosa agencia de fotografía Magnun siempre presumió de tener a los mejores profesionales en su plantilla. Por eso, en el año 1959, Sergio Larraín, un joven y desconocido fotógrafo chileno que deseaba ingresar en la agencia no dudo en aceptar la descabellada propuesta de uno de sus fundadores, Henri Carter Bresson.
La prueba que tenía que superar para ingresar en Magnun, tal y como relata el blog “Miradas cómplices” consistía en fotografiar al temido mafioso siciliano Guiseppe Genco Russo, una hazaña que hasta entonces nadie había conseguido. Larraín se trasladó a Sicilia, y durante tres meses recorrió la isla, capturando todo tipo de escenas en sus pueblos. Sin embargo, fue incapaz de averiguar el paradero del jefe de la Cosa Nostra. Nadie se atrevió a decirle donde vivía Russo, y cuando todo parecía perdido, en una conversación dentro de un bar, un lugareño le contó que Russo vivía en un poblado llamado Caltanisetta. El fotógrafo se traslado al pueblo y alquiló una habitación justo en frente de la casa del mafioso, parapetado tras la ventana, toma cientos de fotografías, pero ninguna le convence, así que decide cambiar de estrategia.
Se hace pasar por un
turista interesado en las ruinas romanas de la zona, Larraín se gana la
confianza del abogado de Russo, quien lo
introduce en su casa y no tarda en tener también simpatías de toda la familia
del “Padrino”. En una de sus frecuentes visitas, tras un autentico banquete, el
fotógrafo saca su cámara y comienza a fotografiar distintos objetos de la
vivienda y Russo se retira a dormir una
siesta. Larraín lo sigue hasta la habitación y comienza a sacarle fotos,
mientras el mafioso descansa sentado en su diván. Sin embargo es sorprendido
por los guardaespaldas del mafioso que, sorprendido por la extraña actitud de
su invitado, solo acierta a preguntarle porque hacía tantas fotografías y
haciendo gala de una excelente sangre fría, el chileno le respondió que las
tomaba porque solo así podría seleccionar la mejor para incluirla en su álbum
de fotos. Satisfecho por la respuesta del fotógrafo, el capo mafioso decide
ponerse un traje y un sombrero y posar bajo un retrato para la siguiente foto
que, semanas después se convirtió en la portada de numerosas revistas de todo
el mundo.
Enrique Sanmartín
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