viernes, 21 de diciembre de 2012

SALA DE LECTURA



CAPÍTULO 11: 

Enrique y Mirta, salieron a cenar del restaurante sobre la una de la madrugada, cogieron el coche, conducía Enrique y los dos decidieron ir a un pub que estaba muy cerca de su casa. El pub era una especie de taberna medieval inglesa, la barra era totalmente de madera, también las sillas y las mesas, tenía unos diez cuadros pintados a mano de tamaño pequeño del siglo XV y XVI, aquella noche no tenía mucha gente, se sentaron en una mesa al lado de la barra. Enrique pidió un kas de limón y Mirta una cerveza. La música era una mezcla entre pop-rock y salsa, se escuchaba bien porque no estaba muy alta y se pusieron a charlar de sus cosas más de media hora, de vez en cuando iban a bailar las canciones que más les gustaban a los dos. Pidieron otras dos consumiciones, Enrique se levantó de su asiento, quitó un billete de veinte euros y pagó, las tomaron tranquilamente y luego salieron del pub. En seguida notaron que hacía frio, se metieron dentro del coche, lo llevaron hasta el garaje que se encontraba debajo de su casa y subieron por el ascensor hasta llegar a su piso.

Cuando llegaron, se fueron directamente a la habitación, se pusieron cómodos y se metieron en la cama. Enrique la atrajo hacia si y unieron sus labios mientras se estrechaban en un cálido abrazo e hicieron el amor. Tras descansar un poco, repitieron, después se quedaron dormidos. La luz de la mañana se filtraba por las ventanas de la casa, hasta que Mirta decidió levantarse a las diez y cuarto, se duchó, puso la bata y se dirigió a la cocina, encendió el televisor y preparó el desayuno para los dos, un zumo de frutas y un café con leche con unas tostadas. Después le dijo a Enrique que se iba a estudiar a un despacho que tenían al lado del salón, Enrique le recordó que hoy iban a comer a casa de su hermana. Como todos los sábados descansaba, podía hacer una excepción y levantarse un poco más tarde, desayunaba y hacia la cama, después cogía una mopa y barría el dormitorio, luego se metía en un pequeño gimnasio que había hecho él, donde hacía bicicleta, remo y pesas, cuando terminaba siempre se duchaba y se vestía. Acabó sobre las dos del mediodía y avisó a su mujer para que se vistiera. Salieron de casa, hacía un día maravilloso y decidieron ir caminando. A los dos los estaban siguiendo.

 Enrique Sanmartín

1 comentario:

Puri dijo...

Esta historia cada vez está más intrigante. ¿Cómo acabará?..