viernes, 28 de junio de 2013

NOTICIAS CURIOSAS

Rescatan a un perro que apareció atado y amordazado en una alcantarilla de Brión

Una familia amiense que paseaba por Rañalonga oyó sus gemidos.
 
María Blanco Crespo, residente en Ames, es una amante de los animales, un ternura que ha aleccionado a su familia. Por eso, en la tarde del pasado domingo algunos componentes salieron a pasear con sus perros por la comarca brionesa de A Rañaloga.  Y cuando gozaban de una tarde al aire libre, los quejidos de una cría de perro, alarmaron a la familia, que  luchó por salvarlo.
 
El delicado gimo del animal salía de debajo de una gran piedra que cubría un sumidero. Y creyeron que bajo el canto se escondía un canino que desorientado se cayó en el interior. Lo del can es verdad. Sin embargo no había confusión probable, sino una aplicación cruel y doloroso dejadez ya que el animal, de escasamente tres kilos de peso de un copioso pelambre negro, aparecía amarrado a unos dos metros de profundidad y con el hocico amordazado con cinta aislante roja para que no gruñese.
 
La misma María avisó al servicio de Emergencias  de Brión que mando a su personal para recoger al animal. La faena le tocó a Antonio Rey, habituado a otros casos de maltrato animal, pero escasos como este.
Todo indica que fue abandonado el mismo domingo. El cachorro, una vez rescatado de todas sus ligaduras, fue acogido por Emergencias de Brión. Pero sus salvadores, que ya tienen costumbre en reunir animales desatendidos y encontrarles amo, delataron lo sucedido en las redes sociales logrando ya que dos personas se interesen por adquirir el animal Y ante el duda de fuese enviado a una perrera, lo acogieron de la centro de Emergencias y lo trasladaron al veterinario. Ahora, aseado, desparasitado y saciado a mimos, espera un buen hogar.

Juan García

Un fotógrafo chileno consigue inmortalizar al auténtico Don Corleone

Según nos cuenta el periódico ABC, en 1959, un fotógrafo chileno, logró fotografiar al mafioso Guiseppe Russo, tras ganarse la confianza de su familia. La prestigiosa agencia de fotografía Magnun siempre presumió de tener a los mejores profesionales en su plantilla. Por eso, en el año 1959, Sergio Larraín, un joven y desconocido fotógrafo chileno  que deseaba ingresar en la agencia no dudo en aceptar la descabellada propuesta de uno de sus fundadores, Henri Carter Bresson.

La prueba que tenía que superar para ingresar en Magnun, tal y como relata el blog “Miradas cómplices” consistía en fotografiar al temido mafioso siciliano Guiseppe Genco Russo, una hazaña que hasta entonces nadie había conseguido. Larraín se trasladó a Sicilia, y durante tres meses recorrió la isla, capturando todo tipo de escenas en sus pueblos. Sin embargo, fue incapaz de averiguar el paradero del jefe de la Cosa Nostra. Nadie se atrevió a decirle donde vivía Russo, y cuando todo parecía perdido, en una conversación dentro de un bar, un lugareño le contó que Russo vivía en un poblado llamado Caltanisetta. El fotógrafo se traslado al pueblo y alquiló una habitación justo en frente de la casa del mafioso, parapetado tras la ventana, toma cientos de fotografías, pero ninguna le convence, así que decide cambiar de estrategia.

Se hace pasar por un turista interesado en las ruinas romanas de la zona, Larraín se gana la confianza del  abogado de Russo, quien lo introduce en su casa y no tarda en tener también simpatías de toda la familia del “Padrino”. En una de sus frecuentes visitas, tras un autentico banquete, el fotógrafo saca su cámara y comienza a fotografiar distintos objetos de la vivienda  y Russo se retira a dormir una siesta. Larraín lo sigue hasta la habitación y comienza a sacarle fotos, mientras el mafioso descansa sentado en su diván. Sin embargo es sorprendido por los guardaespaldas del mafioso que, sorprendido por la extraña actitud de su invitado, solo acierta a preguntarle porque hacía tantas fotografías y haciendo gala de una excelente sangre fría, el chileno le respondió que las tomaba porque solo así podría seleccionar la mejor para incluirla en su álbum de fotos. Satisfecho por la respuesta del fotógrafo, el capo mafioso decide ponerse un traje y un sombrero y posar bajo un retrato para la siguiente foto que, semanas después se convirtió en la portada de numerosas revistas de todo el mundo.

Enrique Sanmartín

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