Nuestro mundo (el planeta tierra), es finito y limitado, finito en el
espacio y limitado en recursos. A pesar de lo cual el sistema económico
predominante, el capitalismo, actúa como si esto no fuese así, ya que su modelo
se basa en un continuo y permanente crecimiento económico, crecimiento que solo
se puede conseguir a costa de una depredación constante de los recursos
naturales.
A pesar de las evidencias los apologetas del neoliberalismo sostienen
que dicho sistema, sistema que supuestamente tiene en el mercado su elemento
regulador, es el mejor de los modelos económicos existentes. El capitalismo
actúa como si los seres humanos fuesen algo al margen del resto de la biosfera,
como si el hombre pudiese actuar impunemente en la naturaleza viendo la misma
como un botín que hay que conquistar sin esperar ninguna consecuencia negativa
de sus actividades.
Así las cosas el capitalismo neoliberal actúa a sus anchas sin nadie
que le tosa; el resultado es un mundo cada vez más contaminado (atmósfera, suelo,
ríos y lagos, océanos), una galopante deforestación, pérdida de suelo fértil o
el calentamiento global que de confirmarse puede resultar la más perniciosa de
las consecuencias de la irracional actuación del ser humano.
Y todo esto para un mundo en el que las desigualdades económicas son
abrumadoras, ya que una cuarta parte de la humanidad se beneficia de las tres
cuartas partes de las riquezas existentes, mientras que la mayor parte de los
ciudadanos del planeta se tienen que conformar con las sobras de un sistema
económico mundial injusto manejado por las naciones más avanzadas. Los países
en vías de desarrollo o subdesarrolladas tienen en el capitalismo el modelo a
imitar para conseguir mejorar su situación , especial atención merecen la evolución
económica de la china (1.300 millones de habitantes), y la India (1.150
millones ), ¿de dónde van a salir los recursos para sostener el desarrollo de
las economías más atrasadas?, ¿cuáles van a ser las consecuencias ecológicas de
dicho desarrollo?. Mientras tanto la crisis actual que afecta a las naciones
más industrializadas puede ser vista como una consecuencia inevitable de un
modelo económico que necesita reajustarse cada cierto tiempo para corregir los
desequilibrios acumulados; sin embargo la agudeza de la misma puede hacer
pensar que más que ante una crisis coyuntural estemos asistiendo a una crisis
estructural en la que una parte de los ciudadanos van a perder parte de unos
logros sociales conquistados durante mucho tiempo.
Nada parece poder ser capaz de parar el desarrollo de los
acontecimientos en marcha, tan solo cabe esperar que las consecuencias de lo
señalado anteriormente sean menos nefastas de lo que parece. Por desgracia un
sistema alternativo al capitalismo neoliberal tan solo parece posible a una
escala muy reducida.
Antonio Fernández
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